martes, 17 de junio de 2008

EL VIEJO

Entraba al viejo valle de las mieses doblando la palabra, retorciendo tiempos de dolor en el silencio. No, nadie oía esos pasos lentos, pisando el reborde de los vientos, las piedritas sagradas del maíz, allá en el patio, el acento nupcial de la laguna, el revuelto de yuyos, fango y somnolencia. Nadie oía el seco refregar del cuerpo en el olvido porque el poema es un hórrido animal de llagas tibias, de tristeza. Nada, salvo ese antiguo esplendor de noches ofrecidas, de propicios temblores en el vientre y esa infancia lenta de pastos predadores, carne y humareda, sí, en el patio gris de la memoria, en el silencio.

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