acá en penuria
arrebujada
en cierto trasudor
yo
puedo descifrar
la patria cerrada
de tu voz
contra el gran
muro de
Dios,
abajo
miércoles, 30 de abril de 2008
viernes, 25 de abril de 2008
ANTONIN ARTAUD
Texto Surrealista
Publicado en "La Révolution Surréaliste", Nº 2 (1925)
El mundo fisíco todavía está allí. Es el parapeto del yo el que mira y sobre el cual ha quedado un pez color ocre rojizo, un pez hecho de aire seco, de una coagulación de agua que refluye.
Pero algo sucedió de golpe.
Nació una aborrecencia quebradiza, con reflejos de frentes, gastados, y algo como un ombligo perfecto, pero vago y que tenía color de sangre aguada y por delante era una granada que derramaba también sangre mezclada con agua, que derramaba sangre cuyas líneas colgaban; y en esas líneas, círculos de senos trazados en la sangre del cerebro.
Pero el aire era como un vacío aspirante en el cual ese busto de mujer venía en el temblor general, en las sacudidas de ese mundo vítreo, que giraba en añicos de frentes, y sacudía su vegetación de columnas, sus nidadas de huevos, sus nudos en espiras, sus montañas mentales, sus frontones estupefactos. Y, en los frontones de las columnas, soles habían quedado aprisionados al azar, soles sostenidos por chorros de aire como si fueran huevos, y mi frente separaba esas columnas, y el aire en copos y los espejos de soles y las espiras nacientes, hacia la línea preciosa de los seno, y el hueco del ombligo, y el vientre que faltaba.
Pero todas las columnas pierden sus huevos, y en la ruptura de la línea de las columnas nacen huevos en ovarios, huevos en sexos invertidos.
La montaña está muerta, el aire esta eternamente muerto. En esta ruptura decisiva de un mundo, todos los ruidos están aprisionados en el hielo; y el esfuerzo de mi frente se ha congelado.
Pero bajo el hielo un ruido espantoso atravesado por capullos de fuego rodea el silencio del vientre desnudo y privado de hielo, y ascienden soles dados vuelta y que se miran, lunas negras, fuegos terrestres, trombas de leche.
La fría agitación de las columnas divide en dos mi espíritu, y yo toco el sexo mío, el sexo de lo bajo de mi alma, que surge como un triángulo en llamas.
Publicado en "La Révolution Surréaliste", Nº 2 (1925)
El mundo fisíco todavía está allí. Es el parapeto del yo el que mira y sobre el cual ha quedado un pez color ocre rojizo, un pez hecho de aire seco, de una coagulación de agua que refluye.
Pero algo sucedió de golpe.
Nació una aborrecencia quebradiza, con reflejos de frentes, gastados, y algo como un ombligo perfecto, pero vago y que tenía color de sangre aguada y por delante era una granada que derramaba también sangre mezclada con agua, que derramaba sangre cuyas líneas colgaban; y en esas líneas, círculos de senos trazados en la sangre del cerebro.
Pero el aire era como un vacío aspirante en el cual ese busto de mujer venía en el temblor general, en las sacudidas de ese mundo vítreo, que giraba en añicos de frentes, y sacudía su vegetación de columnas, sus nidadas de huevos, sus nudos en espiras, sus montañas mentales, sus frontones estupefactos. Y, en los frontones de las columnas, soles habían quedado aprisionados al azar, soles sostenidos por chorros de aire como si fueran huevos, y mi frente separaba esas columnas, y el aire en copos y los espejos de soles y las espiras nacientes, hacia la línea preciosa de los seno, y el hueco del ombligo, y el vientre que faltaba.
Pero todas las columnas pierden sus huevos, y en la ruptura de la línea de las columnas nacen huevos en ovarios, huevos en sexos invertidos.
La montaña está muerta, el aire esta eternamente muerto. En esta ruptura decisiva de un mundo, todos los ruidos están aprisionados en el hielo; y el esfuerzo de mi frente se ha congelado.
Pero bajo el hielo un ruido espantoso atravesado por capullos de fuego rodea el silencio del vientre desnudo y privado de hielo, y ascienden soles dados vuelta y que se miran, lunas negras, fuegos terrestres, trombas de leche.
La fría agitación de las columnas divide en dos mi espíritu, y yo toco el sexo mío, el sexo de lo bajo de mi alma, que surge como un triángulo en llamas.
PIERRE JEAN JOUVE
LÁGRIMA
Lo que el ojo derrama es una perla de sombra
Caldeada con el fuego que se apaga en la serena
Eternidad: sobre el vago polvo y sobre la piedra,
Sobre los campos, el asfalto y el aire
O sobre el frágil pañuelo que en las manos tiembla
Ella permanece, capital que crece por dentro
Al ser engendrada por la muerte.
Lo que el ojo derrama es una perla de sombra
Caldeada con el fuego que se apaga en la serena
Eternidad: sobre el vago polvo y sobre la piedra,
Sobre los campos, el asfalto y el aire
O sobre el frágil pañuelo que en las manos tiembla
Ella permanece, capital que crece por dentro
Al ser engendrada por la muerte.
miércoles, 23 de abril de 2008
ODYSSEAS ELYTIS
EDAD DEL RECUERDO AZUL
Olivares y viñedos lejos hasta el mar
Rojas barcas de pesca más lejos hasta el recuerdo
Dorados élitros de agosto en el sueño del mediodía
Con algas o caracolas.
Y aquel barco
Recién botado, verde, que lee aún en las serenas aguas del golfo
Dios proveerá
Pasaron los años hojas o guijarros
Recuerdo a los muchachos, los marineros que partían
Pintando las velas como sus corazones
Cantaban los cuatro puntos cardinales
Y tenían dibujados vientos boreales en sus pechos.
Qué buscaba cuando llegaste teñida por el amanecer
Con la edad del mar en los ojos
Y la salud del sol en el cuerpo —qué buscaba
En las hondas grutas marinas en los vastos sueños
Donde el viento desconocido y azul
Espumaba el sentimiento, grabando en mi pecho su emblema marino
Con la arena en los dedos cerraba los dedos
Con la arena en los ojos apretaba los dedos
Era el dolor—
Recuerdo era abril cuando sentí por primera vez tu peso
humano
Tu cuerpo humano arcilla y pecado
Como en nuestro primer día sobre la tierra
Las amarilis estaban de fiesta —Pero recuerdo
que te dolió
Fue una profunda marca en los labios
Un profundo rasguño en la piel allí donde el tiempo se graba
para siempre
Entonces te dejé
Y un hálito sonoro levantó las blancas casas
Los blancos sentimientos recién lavados hacia lo alto
Hacia el cielo iluminado por una sonrisa.
Ahora tendré a mi lado un cántaro de agua inmortal
La forma del viento que sopla libremente
Y tus manos aquellas donde será torturado el Amor
Y aquel caracol donde resonará el Egeo.
Olivares y viñedos lejos hasta el mar
Rojas barcas de pesca más lejos hasta el recuerdo
Dorados élitros de agosto en el sueño del mediodía
Con algas o caracolas.
Y aquel barco
Recién botado, verde, que lee aún en las serenas aguas del golfo
Dios proveerá
Pasaron los años hojas o guijarros
Recuerdo a los muchachos, los marineros que partían
Pintando las velas como sus corazones
Cantaban los cuatro puntos cardinales
Y tenían dibujados vientos boreales en sus pechos.
Qué buscaba cuando llegaste teñida por el amanecer
Con la edad del mar en los ojos
Y la salud del sol en el cuerpo —qué buscaba
En las hondas grutas marinas en los vastos sueños
Donde el viento desconocido y azul
Espumaba el sentimiento, grabando en mi pecho su emblema marino
Con la arena en los dedos cerraba los dedos
Con la arena en los ojos apretaba los dedos
Era el dolor—
Recuerdo era abril cuando sentí por primera vez tu peso
humano
Tu cuerpo humano arcilla y pecado
Como en nuestro primer día sobre la tierra
Las amarilis estaban de fiesta —Pero recuerdo
que te dolió
Fue una profunda marca en los labios
Un profundo rasguño en la piel allí donde el tiempo se graba
para siempre
Entonces te dejé
Y un hálito sonoro levantó las blancas casas
Los blancos sentimientos recién lavados hacia lo alto
Hacia el cielo iluminado por una sonrisa.
Ahora tendré a mi lado un cántaro de agua inmortal
La forma del viento que sopla libremente
Y tus manos aquellas donde será torturado el Amor
Y aquel caracol donde resonará el Egeo.
EN TRANCE
es titán salobre
mártir de callar
el canto
agota puniciones
clavos ensañados
muerte
-rito de salvar
el cuerpo-
ahora
el pertinaz azogue
duele en el costado
duele la posible
unción de ser
amada a poco
de salir
en trance acá
desisto en tímida
caución
desisto de tañer
laúd
prosigo el tacto
en tecla
arroba
un poco de flojera
viene bien
ahora
desconecto el
cuerpo el
cable de la muerte
al alma
mártir de callar
el canto
agota puniciones
clavos ensañados
muerte
-rito de salvar
el cuerpo-
ahora
el pertinaz azogue
duele en el costado
duele la posible
unción de ser
amada a poco
de salir
en trance acá
desisto en tímida
caución
desisto de tañer
laúd
prosigo el tacto
en tecla
arroba
un poco de flojera
viene bien
ahora
desconecto el
cuerpo el
cable de la muerte
al alma
lunes, 21 de abril de 2008
PIER PAOLO PASOLINI
Me voy, te dejo en el atardecer
que aunque triste, tan dulcemente desciende
para nosostros los vivos, con la luz de vela
que al barrio en penumbra descubre.
Y lo desordena. Lo hace aún más grande, vacío
más amplio y lejano, lo enciende
de una vida inquieta, y del ronco
rodar del tranvía, de los gritos humanos
dialectales, conjuga un concierto sordo
y absoluto. Y sientes cómo en aquellos lejanos
seres que en la vida gritan, ríen,
en aquellos sus vehículos, en aquellos tristes
caseríos donde se consume el infiel
y expansivo don de la existencia-
esa vida no es más que un temblor,
corpóreo, colectiva presencia;
sientes la ausencia de toda religión
verdadera, no vida sino sobrevivencia
-quizás más dulce que la vida- como
de un pueblo de animales, en el que el misterioso
orgasmo no tenga otra pasión
que la del actuar cotidiano:
humilde fervor a la que da sentido festivo
la humilde corrupción. Cuanto más vano es
en este vacío de la historia, en esta
ronroneante pausa en la que la vida calla-
todo ideal, mejor se manifiesta
la estupenda, adusta sensualidad
casi alejandrina, que todo lima
e impúdicamente enciende, cuando acá
en el mundo algo se derrumba, y se arrastra
el mundo, en la penumbra al volver
a plazas vacías, a talleres sin entusiasmo...
Ya se encienden las luces, ribeteando
vía Zabaglia, vía Franklin, todo el
Teataccio, despojado de su gran
escuálido monte, los caminos a lo largo del Tíber, la negra
profundidad, más allá del río, que Monteverde
amasa o esfuma invisible sobre el cielo.
Diademas de luces que se pierden
brillantes y frías de tristeza
casi marina...Falta poco para la cena;
brillan los pocos ómnibus del barrio
con racimos de obreros en las puertas
y grupos de militares van, sin apuro
hacia el monte que cobija en medio de montones
sucios y muchos cestos de basura
a la sombra, subrepticias mujerzuelas
que esperan ansiosas sobre la basura
afrodisíaca; y no lejos, entre casillas
abusivas a los costados del monte, o en medio
de las casonas, como mundos, muchachones
livianos como jirones juegan en el aire
no ya frío, primaveral; ardientes
de desenfado juvenil su romana
tarde de mayo, oscuros adolescentes
silban por la calle, en la fiesta
vespertina; y suenan las persianas
de los garages de golpe, alegremente
si la oscuridad vuelve sereno el atardecer,
y en medio de los plátanos de la plaza Testaccio
el viento que cae en lenguas de tempestad
es muy dulce, aunque afeite los sombreros
y los olores del matarife, se impregnan
con sangre putrefacta, y por doquier
sacuda rechazos y olor de miseria.
Es un murmullo la vida, y estos perdidos
en ella, la pierden serenamente
si el corazón tienen colmo de ella: a gozar
he los miserables, el atardecer; y potente
en ellos, inerme para ellos, el mito
renace...Pero yo con el corazón consciente
de quien solamente en la historia tiene vida
podré alguna vez por pura pasión actuar
si sé que nuestra historia ha concluido?
que aunque triste, tan dulcemente desciende
para nosostros los vivos, con la luz de vela
que al barrio en penumbra descubre.
Y lo desordena. Lo hace aún más grande, vacío
más amplio y lejano, lo enciende
de una vida inquieta, y del ronco
rodar del tranvía, de los gritos humanos
dialectales, conjuga un concierto sordo
y absoluto. Y sientes cómo en aquellos lejanos
seres que en la vida gritan, ríen,
en aquellos sus vehículos, en aquellos tristes
caseríos donde se consume el infiel
y expansivo don de la existencia-
esa vida no es más que un temblor,
corpóreo, colectiva presencia;
sientes la ausencia de toda religión
verdadera, no vida sino sobrevivencia
-quizás más dulce que la vida- como
de un pueblo de animales, en el que el misterioso
orgasmo no tenga otra pasión
que la del actuar cotidiano:
humilde fervor a la que da sentido festivo
la humilde corrupción. Cuanto más vano es
en este vacío de la historia, en esta
ronroneante pausa en la que la vida calla-
todo ideal, mejor se manifiesta
la estupenda, adusta sensualidad
casi alejandrina, que todo lima
e impúdicamente enciende, cuando acá
en el mundo algo se derrumba, y se arrastra
el mundo, en la penumbra al volver
a plazas vacías, a talleres sin entusiasmo...
Ya se encienden las luces, ribeteando
vía Zabaglia, vía Franklin, todo el
Teataccio, despojado de su gran
escuálido monte, los caminos a lo largo del Tíber, la negra
profundidad, más allá del río, que Monteverde
amasa o esfuma invisible sobre el cielo.
Diademas de luces que se pierden
brillantes y frías de tristeza
casi marina...Falta poco para la cena;
brillan los pocos ómnibus del barrio
con racimos de obreros en las puertas
y grupos de militares van, sin apuro
hacia el monte que cobija en medio de montones
sucios y muchos cestos de basura
a la sombra, subrepticias mujerzuelas
que esperan ansiosas sobre la basura
afrodisíaca; y no lejos, entre casillas
abusivas a los costados del monte, o en medio
de las casonas, como mundos, muchachones
livianos como jirones juegan en el aire
no ya frío, primaveral; ardientes
de desenfado juvenil su romana
tarde de mayo, oscuros adolescentes
silban por la calle, en la fiesta
vespertina; y suenan las persianas
de los garages de golpe, alegremente
si la oscuridad vuelve sereno el atardecer,
y en medio de los plátanos de la plaza Testaccio
el viento que cae en lenguas de tempestad
es muy dulce, aunque afeite los sombreros
y los olores del matarife, se impregnan
con sangre putrefacta, y por doquier
sacuda rechazos y olor de miseria.
Es un murmullo la vida, y estos perdidos
en ella, la pierden serenamente
si el corazón tienen colmo de ella: a gozar
he los miserables, el atardecer; y potente
en ellos, inerme para ellos, el mito
renace...Pero yo con el corazón consciente
de quien solamente en la historia tiene vida
podré alguna vez por pura pasión actuar
si sé que nuestra historia ha concluido?
DEREK WALCOTT
MAÑANA, MAÑANA
Recuerdo las ciudades que nunca he visto
exactamente. Venecia con sus venas de plata, Leningrado
con sus minaretes de toffee retorcido. París. Pronto
los impresionistas obtendrán sol de las sombras.
¡Oh! y las callejas de Hyderabad como una cobra desenroscándose.
Haber amado un horizonte es insularidad;
ciega la visión, limita la experiencia.
El espíritu es voluntarioso, pero la mente es sucia.
La carne se consume a sí misma bajo sábanas espolvoreadas de migas,
ampliando el Weltanschauung con revistas.
Hay un mundo al otro lado de la puerta, pero qué inquietante resulta
encontrarse junto al propio equipaje en un escalón frío cuando el alba
tiñe de rosa los ladrillos, y antes de tener ocasión de lamentarlo,
llega el taxi haciendo sonar una vez la bocina,
deslizándose hasta la acera como un coche fúnebre—y subimos.
Recuerdo las ciudades que nunca he visto
exactamente. Venecia con sus venas de plata, Leningrado
con sus minaretes de toffee retorcido. París. Pronto
los impresionistas obtendrán sol de las sombras.
¡Oh! y las callejas de Hyderabad como una cobra desenroscándose.
Haber amado un horizonte es insularidad;
ciega la visión, limita la experiencia.
El espíritu es voluntarioso, pero la mente es sucia.
La carne se consume a sí misma bajo sábanas espolvoreadas de migas,
ampliando el Weltanschauung con revistas.
Hay un mundo al otro lado de la puerta, pero qué inquietante resulta
encontrarse junto al propio equipaje en un escalón frío cuando el alba
tiñe de rosa los ladrillos, y antes de tener ocasión de lamentarlo,
llega el taxi haciendo sonar una vez la bocina,
deslizándose hasta la acera como un coche fúnebre—y subimos.
GEORGE TRAKL
DECADENCIA
Al atardecer, tañen campanas a la paz,
Cuando sigo milagrosos vuelos de las aves
Que, como procesión piadosa, en largo haz,
Se pierden en claras, otoñales vastedades.
Vagando por el jardín crepuscular
Mi sueño va hacia sus más claros destinos
Y la manecilla siento apenas avanzar.
Así sigo, sobre nubes, sus caminos.
De decadencia el hálito allí me hace temblar.
El mirlo se queja en las ramas deshojadas.
Vacila roja vid en rejas herrumbradas,
Mientras, cual de pálidos niños corro mortal
Entorno a un brocal que gasta el tiempo, sombrío,
El viento inclina anhelos azules en el frío.
Al atardecer, tañen campanas a la paz,
Cuando sigo milagrosos vuelos de las aves
Que, como procesión piadosa, en largo haz,
Se pierden en claras, otoñales vastedades.
Vagando por el jardín crepuscular
Mi sueño va hacia sus más claros destinos
Y la manecilla siento apenas avanzar.
Así sigo, sobre nubes, sus caminos.
De decadencia el hálito allí me hace temblar.
El mirlo se queja en las ramas deshojadas.
Vacila roja vid en rejas herrumbradas,
Mientras, cual de pálidos niños corro mortal
Entorno a un brocal que gasta el tiempo, sombrío,
El viento inclina anhelos azules en el frío.
sábado, 19 de abril de 2008
EMPACO
mojada de cierta oscuridad
empaco las alforjas
voy en pobre lucha al pueblo
de las parcas
ay de mí la posadera
hunde los talones
sirve algún brebaje seco
una petaca roja
de alelí
y yo me bebo el polvo triste
las miradas graves
de los muertos
las pequeñas crónicas de Allá
el poema
empaco las alforjas
voy en pobre lucha al pueblo
de las parcas
ay de mí la posadera
hunde los talones
sirve algún brebaje seco
una petaca roja
de alelí
y yo me bebo el polvo triste
las miradas graves
de los muertos
las pequeñas crónicas de Allá
el poema
sábado, 12 de abril de 2008
EZRA POUND
FRANCESCA
Emergiste de la profunda noche
con flores en tus manos,
ahora emergerás de una confusa muchedumbre,
de un tumulto de conversaciones que te ronden.
Yo que te vi entre las cosas primordiales,
me encolericé cuando tu nombre pronunciaron
en lugares ordinarios.
Desearía que las frías ondas inundaran mi alma
y el mundo se marchitase como una hoja muerta
o cual vaina de diente-de-león, arrebatado,
para poder de nuevo hallarte,
pero sola.
Emergiste de la profunda noche
con flores en tus manos,
ahora emergerás de una confusa muchedumbre,
de un tumulto de conversaciones que te ronden.
Yo que te vi entre las cosas primordiales,
me encolericé cuando tu nombre pronunciaron
en lugares ordinarios.
Desearía que las frías ondas inundaran mi alma
y el mundo se marchitase como una hoja muerta
o cual vaina de diente-de-león, arrebatado,
para poder de nuevo hallarte,
pero sola.
OSCAR PORTELA
Ahora que da frutos la muerte
y yacen en olvido las memorias
bajo aparente calma, se cobijan sin despertar
las estaciones, las ansias y deseos sepultados,
y el tiempo transparece
de ausencias, claras como las soledad,
vuelves a mí como vuelven los ecos al corazón
enamorado de nombre.
El gran túnel de la vida amanecido está
sobre la muerte y sólo el duelo permanece
abierto en el poema de los nombres
grabado por mis manos en tu nombre.
Así, mientras da frutos la muerte,
escribo estos poemas para exaltar las sombras
y los sueños que nos vieron pasar
solos y ausentes.
www.universoportela.com.ar
y yacen en olvido las memorias
bajo aparente calma, se cobijan sin despertar
las estaciones, las ansias y deseos sepultados,
y el tiempo transparece
de ausencias, claras como las soledad,
vuelves a mí como vuelven los ecos al corazón
enamorado de nombre.
El gran túnel de la vida amanecido está
sobre la muerte y sólo el duelo permanece
abierto en el poema de los nombres
grabado por mis manos en tu nombre.
Así, mientras da frutos la muerte,
escribo estos poemas para exaltar las sombras
y los sueños que nos vieron pasar
solos y ausentes.
www.universoportela.com.ar
JACOBO FIJMAN
CIUDAD SANTA
Tres gritos me clavaron sus puñales.
Paisaje de tres gritos
Largos de asombro.
¡bromearon los sudarios del misterio!
Fuga de embotamientos;
Suspiros
en la niebla inmovilizada.
Cipreses.
Bronce de los terrores
Informes, fragmentados.
Mueren caminos
Y se levantan puentes.
Un árbol se transforma
Cerrando sus pupilas.
Caen medrosamente las palomas
Angélicas del sueño
En las uñas heladas del espanto.
Un infinito horror
Manaba en mis entrañas
En un himno de muerte.
en "Molino Rojo" de Jacobo Fijman
Tres gritos me clavaron sus puñales.
Paisaje de tres gritos
Largos de asombro.
¡bromearon los sudarios del misterio!
Fuga de embotamientos;
Suspiros
en la niebla inmovilizada.
Cipreses.
Bronce de los terrores
Informes, fragmentados.
Mueren caminos
Y se levantan puentes.
Un árbol se transforma
Cerrando sus pupilas.
Caen medrosamente las palomas
Angélicas del sueño
En las uñas heladas del espanto.
Un infinito horror
Manaba en mis entrañas
En un himno de muerte.
en "Molino Rojo" de Jacobo Fijman
GONZALO ROJAS
LA LOBA
Unos meses la sangre se vistió con tu hermosa
figura de muchacha, con tu pelo
torrencial, y el sonido
de tu risa unos meses me hizo llorar las ásperas espinas
de la tristeza. El mundo
se me empezó a morir como un niño en la noche,
y yo mismo era un niño con mis años a cuestas por las calles, un ángel
ciego, terrestre, oscuro,
con mi pecado adentro, con tu belleza cruel, y la justicia
sacándome los ojos por haberte mirado.
Y tú volabas libre, con tu peso ligero sobre el mar, oh mi diosa,
segura, perfumada,
porque no eras culpable de haber nacido hermosa, y la alegría
salía por tu boca como vertiente pura
de marfil, y bailabas
con tus pasos felices de loba, y en el vértigo
del día, otra muchacha
que salía de ti, como otra maravilla
de lo maravilloso, me escribía una carta profundamente triste,
porque estábamos lejos, y decías
que me amabas.
Pero los meses vuelan como vuelan los días, como vuelan
en un vuelo sin fin las tempestades,
pues nadie sabe nada de nada, y es confuso
todo lo que elegimos hasta que nos quedamos
solos, definitivos, completamente solos.
Quédate ahí, muchacha. Párate ahí, en el giro
del baile, como entonces, cuando te vi venir, mi rara estrella.
Quiero seguirte viendo muchos años, venir
impalpable, profunda,
girante, así, perfecta, con tu negro vestido
y tu pañuelo verde, y esa cintura, amor,
y esa cintura.
Quédate ahí. Tal vez te conviertas en aire
o en luz, pero te digo que subirás con éste y no con otro:
con éste que ahora te habla de vivir para siempre
tú subirás al sol, tú volverás
con él y no con otro, una tarde de junio,
cada trescientos años, a la orilla del mar,
eterna, eternamente con él y no con otro.
De Contra la muerte, 1964.
Unos meses la sangre se vistió con tu hermosa
figura de muchacha, con tu pelo
torrencial, y el sonido
de tu risa unos meses me hizo llorar las ásperas espinas
de la tristeza. El mundo
se me empezó a morir como un niño en la noche,
y yo mismo era un niño con mis años a cuestas por las calles, un ángel
ciego, terrestre, oscuro,
con mi pecado adentro, con tu belleza cruel, y la justicia
sacándome los ojos por haberte mirado.
Y tú volabas libre, con tu peso ligero sobre el mar, oh mi diosa,
segura, perfumada,
porque no eras culpable de haber nacido hermosa, y la alegría
salía por tu boca como vertiente pura
de marfil, y bailabas
con tus pasos felices de loba, y en el vértigo
del día, otra muchacha
que salía de ti, como otra maravilla
de lo maravilloso, me escribía una carta profundamente triste,
porque estábamos lejos, y decías
que me amabas.
Pero los meses vuelan como vuelan los días, como vuelan
en un vuelo sin fin las tempestades,
pues nadie sabe nada de nada, y es confuso
todo lo que elegimos hasta que nos quedamos
solos, definitivos, completamente solos.
Quédate ahí, muchacha. Párate ahí, en el giro
del baile, como entonces, cuando te vi venir, mi rara estrella.
Quiero seguirte viendo muchos años, venir
impalpable, profunda,
girante, así, perfecta, con tu negro vestido
y tu pañuelo verde, y esa cintura, amor,
y esa cintura.
Quédate ahí. Tal vez te conviertas en aire
o en luz, pero te digo que subirás con éste y no con otro:
con éste que ahora te habla de vivir para siempre
tú subirás al sol, tú volverás
con él y no con otro, una tarde de junio,
cada trescientos años, a la orilla del mar,
eterna, eternamente con él y no con otro.
De Contra la muerte, 1964.
viernes, 11 de abril de 2008
DESNUDO
y la bella resigna
el desnudo del alma
se cubre de carnes
salitres
verdores
evita el recurso
del velo
el sopor de la
luz
esa sombra que
cubra los cuartos
mayores las hojas ahítas
las tildes vencidas
- los tumbos del ser -:
es de mucho
silencio el resguardo
de carne canora
plebeya
el desnudo del alma
se cubre de carnes
salitres
verdores
evita el recurso
del velo
el sopor de la
luz
esa sombra que
cubra los cuartos
mayores las hojas ahítas
las tildes vencidas
- los tumbos del ser -:
es de mucho
silencio el resguardo
de carne canora
plebeya
FRANCISCO MADARIAGA
UN APARTE PARA TRINOS
Buenas noches, sombra de la manzana,
todo el día canta el zorzal,
alguien me esconde y me devuelve el cielo,
alguien como yo canta contra lo irreal,
irremediablemente cercano y lejano de unos ríos,
de unos niños, de unos ojos.
VOLANTAS JUNTO AL MAR
Las volantas de fuego de la
muerte sobre el fondo
del horizonte del mar;
viajeros van mi padre,
los gauchos más huraños,
los esteros perseguidos.
De "Aguatrino" (1976).
NEGRO VERDE
¿Los pájaros criollos cantarán cuando el mar resucite
emponchado de rebelión y estilo?
¿A mí, el antiguo, lo dejaré en la otra agua?
¿En el río de palmeras de la tierra y del infierno?
¿En el viejo río político, o de troperos, de la sangre de mi
corazón?
Pero interrogo al mar.
¿Al agua en canto y fuego y sin amparo,
al único sueño verde entre los sueños que me
desalberga lejos del palmeral?
¿No tengo ya amparo en la Comarca?
¿Todo mi canto nacerá ahora primaveral entre las
aguas-islas rojas y móviles del universo?
De "Resplandor de mis bárbaros" (1985).
Buenas noches, sombra de la manzana,
todo el día canta el zorzal,
alguien me esconde y me devuelve el cielo,
alguien como yo canta contra lo irreal,
irremediablemente cercano y lejano de unos ríos,
de unos niños, de unos ojos.
VOLANTAS JUNTO AL MAR
Las volantas de fuego de la
muerte sobre el fondo
del horizonte del mar;
viajeros van mi padre,
los gauchos más huraños,
los esteros perseguidos.
De "Aguatrino" (1976).
NEGRO VERDE
¿Los pájaros criollos cantarán cuando el mar resucite
emponchado de rebelión y estilo?
¿A mí, el antiguo, lo dejaré en la otra agua?
¿En el río de palmeras de la tierra y del infierno?
¿En el viejo río político, o de troperos, de la sangre de mi
corazón?
Pero interrogo al mar.
¿Al agua en canto y fuego y sin amparo,
al único sueño verde entre los sueños que me
desalberga lejos del palmeral?
¿No tengo ya amparo en la Comarca?
¿Todo mi canto nacerá ahora primaveral entre las
aguas-islas rojas y móviles del universo?
De "Resplandor de mis bárbaros" (1985).
jueves, 10 de abril de 2008
MAROSA DI GIORGIO
17
La noche, eso que inexorablemente, acaece. Abre las alas del
lagarto, esconde todo dentro del zapallar.
Nos sigue a la cocina, nos da vuelta el alma que ve las tazas
olvidadas, divisa números que en la luz no se pueden vislumbrar.
Me siento en el borde del lecho, sin atreverme al reposo.
La sábana centellea. Llena de estrellas desparramadas y apiñadas.
Como guijaros blancos y sedosos del fondo del cielo y del mar.
Afuera están la canasta de Ilce, de Iris, de Nidia, la vieja leyenda
de Carlos niño.
Mi alma sola - Rosario apenas - sigue ls huellas de las fogatas, las
arañas, de las muñecas, que - de noche - salen sonriendo del rosal.
De "Los papeles salvajes II" - Adriana Hidalgo Editora - Bs.As., 2000 -
La noche, eso que inexorablemente, acaece. Abre las alas del
lagarto, esconde todo dentro del zapallar.
Nos sigue a la cocina, nos da vuelta el alma que ve las tazas
olvidadas, divisa números que en la luz no se pueden vislumbrar.
Me siento en el borde del lecho, sin atreverme al reposo.
La sábana centellea. Llena de estrellas desparramadas y apiñadas.
Como guijaros blancos y sedosos del fondo del cielo y del mar.
Afuera están la canasta de Ilce, de Iris, de Nidia, la vieja leyenda
de Carlos niño.
Mi alma sola - Rosario apenas - sigue ls huellas de las fogatas, las
arañas, de las muñecas, que - de noche - salen sonriendo del rosal.
De "Los papeles salvajes II" - Adriana Hidalgo Editora - Bs.As., 2000 -
HUGO GOLA
POEMA
Yo no sé
si además
si todavía
si para siempre
viviré de punta
subiendo sin arraigar
con los pies en el río
recorriendo arenas
algas
cicatrices.
Yo no sé
si ahora
que tengo un flanco
entibiecido
cubierto por tu respaldo
seguiré siendo así
puro vapor disuelto
pura nube de golpe
puro amor disponible
para la piedra
el aire
las estrellas
o los zapatos tristes.
Yo no sé
de mí no sé
cuando el calor
avanza dando brincos
yo no puedo
pero levántame
así será siempre
pero espérame.
De "Movimiento Poesía Buenos Aires, 1950-1960" - Editorial Fraterna -
Yo no sé
si además
si todavía
si para siempre
viviré de punta
subiendo sin arraigar
con los pies en el río
recorriendo arenas
algas
cicatrices.
Yo no sé
si ahora
que tengo un flanco
entibiecido
cubierto por tu respaldo
seguiré siendo así
puro vapor disuelto
pura nube de golpe
puro amor disponible
para la piedra
el aire
las estrellas
o los zapatos tristes.
Yo no sé
de mí no sé
cuando el calor
avanza dando brincos
yo no puedo
pero levántame
así será siempre
pero espérame.
De "Movimiento Poesía Buenos Aires, 1950-1960" - Editorial Fraterna -
DYLAN THOMAS
EN MEMORIA DE ANN JONES
Después del funeral, elogios de mula, rebuznos,
orejas de velamen sacudidas por el viento, feliz
tap tap de pata sorda en la clavija del grueso
pie de la tumba, las cortinas de los párpados corridas, los dientes negros,
los ojos legañosos, lagos de sal en los puños,
el estallido madrugador de la pala, espantando el sueño,
sacude al niño desolado que hiende su garganta
en la oscuridad del ataúd, desparrama hojas secas,
y rompe un hueso al sol con golpe condenatorio.
Luego del festín de la hora ahogada en lágrimas y cardos
en la habitación con un zorro embalsamado y un helecho marchito,
me quedo, a causa de esa ceremonia, solo
en sollozantes horas, con la muerta, jorobada Ann
cuyo corazón de fuente caía otrora en lodazales
alrededor de los estériles mundos de Gales y sofocaba cada sol
( aunque ésto sea para ella una monstruosa imgen ferozmente
magnificada por el elogio; su muerte fue gota destilada;
ella no me querría sumergido en el sagrado diluvio
de su famoso corazón; hubiera preferido yacer muda y profunda
y no necesitar poeta para su cuerpo quebrantado ).
Pero yo, cantor de Ann en elevado hogar, llamo a todos
los mares a sus exequias; que su virtud de leñosa lengua
hable como una boya sobre los que entonan himnos,
incline las paredes de los bosques con helechos y zorros;
que su amor cante y se balancee a través de una bóveda oscura,
y bendiga su espíritu sumiso con cuatro pájaros en cruz.
Su carne era suave como la leche, pero esta estatua camino del cielo
con su pecho salvaje y el bendito y gigante cráneo
está tallada por sí misma en una habitación con una ventana mojada
en una casa ferozmente enlutada en un año perverso.
Yo conozco sus agrietadas, ásperas y humildes manos
descansando devotamente en su calambre, su gastado
murmullo en húmeda palabra, su juicio horadado hasta el vacío,
su rostro crispado como un puño muerto en profundo dolor;
y Ann esculpida en setenta años de piedra.
Que esas manos de mármol, empapadas de nubes, ese monumental
argumento de la voz cortada, gesto y salmo,
me asalten para siempre sobre su tumba hasta
que el sofocado pulmón del zorro se crispe y grite Amor
y el helecho gentil arroje sus semillas en el negro umbral.
( Versión de Ramiro de Casabellas )
De El Movimiento Poesía Buenos Aires, Editorial Fraterna, 1979.
(1) Los grandes poetas, Dylan Thomas, Centro Editor Latinoamericano,
( 1988), prólogo de Jorge Fondebrider.
Después del funeral, elogios de mula, rebuznos,
orejas de velamen sacudidas por el viento, feliz
tap tap de pata sorda en la clavija del grueso
pie de la tumba, las cortinas de los párpados corridas, los dientes negros,
los ojos legañosos, lagos de sal en los puños,
el estallido madrugador de la pala, espantando el sueño,
sacude al niño desolado que hiende su garganta
en la oscuridad del ataúd, desparrama hojas secas,
y rompe un hueso al sol con golpe condenatorio.
Luego del festín de la hora ahogada en lágrimas y cardos
en la habitación con un zorro embalsamado y un helecho marchito,
me quedo, a causa de esa ceremonia, solo
en sollozantes horas, con la muerta, jorobada Ann
cuyo corazón de fuente caía otrora en lodazales
alrededor de los estériles mundos de Gales y sofocaba cada sol
( aunque ésto sea para ella una monstruosa imgen ferozmente
magnificada por el elogio; su muerte fue gota destilada;
ella no me querría sumergido en el sagrado diluvio
de su famoso corazón; hubiera preferido yacer muda y profunda
y no necesitar poeta para su cuerpo quebrantado ).
Pero yo, cantor de Ann en elevado hogar, llamo a todos
los mares a sus exequias; que su virtud de leñosa lengua
hable como una boya sobre los que entonan himnos,
incline las paredes de los bosques con helechos y zorros;
que su amor cante y se balancee a través de una bóveda oscura,
y bendiga su espíritu sumiso con cuatro pájaros en cruz.
Su carne era suave como la leche, pero esta estatua camino del cielo
con su pecho salvaje y el bendito y gigante cráneo
está tallada por sí misma en una habitación con una ventana mojada
en una casa ferozmente enlutada en un año perverso.
Yo conozco sus agrietadas, ásperas y humildes manos
descansando devotamente en su calambre, su gastado
murmullo en húmeda palabra, su juicio horadado hasta el vacío,
su rostro crispado como un puño muerto en profundo dolor;
y Ann esculpida en setenta años de piedra.
Que esas manos de mármol, empapadas de nubes, ese monumental
argumento de la voz cortada, gesto y salmo,
me asalten para siempre sobre su tumba hasta
que el sofocado pulmón del zorro se crispe y grite Amor
y el helecho gentil arroje sus semillas en el negro umbral.
( Versión de Ramiro de Casabellas )
De El Movimiento Poesía Buenos Aires, Editorial Fraterna, 1979.
(1) Los grandes poetas, Dylan Thomas, Centro Editor Latinoamericano,
( 1988), prólogo de Jorge Fondebrider.
CONSTANTINO KAVAFIS
CUANTO PUEDAS
Si no puedes hacer de tu vida lo que quieres,
trata el menos cuanto puedas
de esto: no la envilezcas
con el trato excesivo con el mundo,
con excesivos movimientos y palabras.
No la envilezcas llevándola
y trayéndola, exponiéndola a menudo
a la estupidez cotidiana
de las relaciones y las compañías,
hasta convertirla en una extraña carga.
De "Seis Poetas Griegos" - Ediciones Colihue - Buenos Aires, 2000 -
Traducción: Horacio Castillo.
Si no puedes hacer de tu vida lo que quieres,
trata el menos cuanto puedas
de esto: no la envilezcas
con el trato excesivo con el mundo,
con excesivos movimientos y palabras.
No la envilezcas llevándola
y trayéndola, exponiéndola a menudo
a la estupidez cotidiana
de las relaciones y las compañías,
hasta convertirla en una extraña carga.
De "Seis Poetas Griegos" - Ediciones Colihue - Buenos Aires, 2000 -
Traducción: Horacio Castillo.
JUAN L. ORTIZ
RÁFAGA DEL VACÍO
Ráfaga del vacío, del abismo,
que hace temblar como húmedos cirios a las plantas sin luna
y vuelve los caminos arroyos helados hacia la nada.
Ráfaga del vacío, del abismo.
Visos, todo, visos sobre la gran sombra!
Ah, y mis hermanos sedientos,
sobre cuyas espaldas se edificó la belleza,
y florecieron todas las gracias que sonrieron a los otros,
los otros que no sintieron nunca
el perfume de sangre de las fragilísimas flores...
Mis hermanos esforzábanse por saludar a la aurora !
¿Será esa belleza nueva
la belleza que crearán ellos,
esa belleza activa que lo arrastrará todo,
un fuego rosa contra el gran vacío,
o el viento que dará pies ágiles a la mañana,
sobre esta enfermedad aguda, terrible, de la sombra?
De ""Antología Juan L. Ortiz"- Editorial Losada - Buenos Aires, 2002 -
Ráfaga del vacío, del abismo,
que hace temblar como húmedos cirios a las plantas sin luna
y vuelve los caminos arroyos helados hacia la nada.
Ráfaga del vacío, del abismo.
Visos, todo, visos sobre la gran sombra!
Ah, y mis hermanos sedientos,
sobre cuyas espaldas se edificó la belleza,
y florecieron todas las gracias que sonrieron a los otros,
los otros que no sintieron nunca
el perfume de sangre de las fragilísimas flores...
Mis hermanos esforzábanse por saludar a la aurora !
¿Será esa belleza nueva
la belleza que crearán ellos,
esa belleza activa que lo arrastrará todo,
un fuego rosa contra el gran vacío,
o el viento que dará pies ágiles a la mañana,
sobre esta enfermedad aguda, terrible, de la sombra?
De ""Antología Juan L. Ortiz"- Editorial Losada - Buenos Aires, 2002 -
domingo, 6 de abril de 2008
sábado, 5 de abril de 2008
FRANCO SALCEDO ( PERÚ )
COMO TÚ
Como tú
Yo también nací de una mujer
De un útero constelado de placer
A dos maderos en cruz
Hay una vida larga sembrada
Y derribada, innumerable milagro poder
Resucitar
Mi nombre es de madera bajo el sol
Tierna mi sangre
Tomad y comed, Todos mi cuerpo
En tu propia mano la guardia romana
Se hartará de cerveza y cigarrillos
Mi primer amor fue la placenta
Como tú
Amaba morder los pezones de mi madre
Mi verdadero verbo
Como tú
Resucito al útero, el tercer día
De mis oraciones.
De "Claroscuro Revista Chilena de Difusión Literaria"
Como tú
Yo también nací de una mujer
De un útero constelado de placer
A dos maderos en cruz
Hay una vida larga sembrada
Y derribada, innumerable milagro poder
Resucitar
Mi nombre es de madera bajo el sol
Tierna mi sangre
Tomad y comed, Todos mi cuerpo
En tu propia mano la guardia romana
Se hartará de cerveza y cigarrillos
Mi primer amor fue la placenta
Como tú
Amaba morder los pezones de mi madre
Mi verdadero verbo
Como tú
Resucito al útero, el tercer día
De mis oraciones.
De "Claroscuro Revista Chilena de Difusión Literaria"
ESPINA
No la muerte en gris o la estridencia pálida del lloro
soy en el cilicio: aquella espina en carne virginal
el grito del poema en sangre
siempre
soy en el cilicio: aquella espina en carne virginal
el grito del poema en sangre
siempre
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