LA COLINA de Edgar Lee Masters
¿Dónde están Elmer, Herman, Bert, Tom y Charley,
el débil de voluntad, el de fuerte brazo, el payaso, el borracho, el de las peleas?
Todos, todos están durmiendo en la colina.
Uno murió de una fiebre,
otro se quemó en una mina,
a otro le mataron en una riña,
otro murió en la cárcel,
otro cayó de un puente donde trabajaba para mantener a su mujer y sus hijos...
Todos, todos duermen, todos están durmiendo en la colina.
¿Dónde están Ella, Kate, Mag, Lizzie y Edith,
la de tierno corazón, la ingenua, la recia, la orgullosa, la feliz?
Todas, todas están durmiendo en la colina.
Una murió de parto vergonzoso,
otra por un amor desgraciado,
otra a manos de un bestia en un burdel,
otra con el orgullo rotopor haberse dejado llevar del corazón,
otra, que buscaba su vida lejos, en Londres y París,
fue traida a su palmo de tierra por Ella, Kate y Mag...
Todas, todas duermen, todas están durmiendo en la colina.
¿Dónde están tío Isaac y tia Emily,
y el tio Towny Kincaid y Sevigne Hougton,
y el Mayor Walker, que había hablado
con hombres venerables de la Revolución?...
Todos, todos están durmiendo en la colina.
Les trajeron a hijos muertos en la guerra
y a hijas aplastadas por vida,
con hijos sin padre, llorando...
Todos, todos duermen, todos están durmiendo en la colina.
¿Dónde está el tío Jones el Violinero,
que jugó con la vida por noventa años,
desafiando la ventisca a pecho descubierto,
bebiendo, alborotando, sin pensar ni en la mujer ni en la familia,
ni en el oro, ni en el amor, ni en el cielo?
Ahí está, charlando de las francachelas de antaño,
de las carreras de caballos de los buenos tiempos en Clary´s Grove,
de lo que dijo Abe Lincoln
en Spriengfield una vez.
miércoles, 7 de mayo de 2008
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